Salir a caminar, sentir cada uno de los olores,  la presión del transporte , el verde, la humedad, qué aspiración puede tener uno al moverse de un sitio a otro donde empiezas a perder las ideas convencionales de comportamiento, dejas remilgos y se aguzan tus sentidos, eres frágil y no puedes pensar en otra cosa que en la fragilidad e inestabilidad a la que estas sujeto, estás en el medio en que eres aun más consciente del fragmento que representas en este fluir de vida, adiós a la creencia de tú, centro del universo, eres un puntico más, allí donde habitan la tierra, el agua, el aire y todos los seres pequeños, grandes, medianos y el cielo tan negro que se funde con el bello mar en donde se encuentran los límites, ya no hay sitios tan aparentes de guía como no sea la luz del sol que en algún momento te va a ir dejando y el cual imperturbable ves moverse, impasible, calmado, mostrándote su diario recorrido, y allí estas lleno de los temores del citadino,  los sonidos crecen, eres tan audible que en ocasiones prefieres dejar de respirar. Las criaturas de la noche hacen su entrada y el rocío de poco a poco llena cada uno de los fragmentos de la guardilla y sientes el frío de  este país tropical, debes confiar en la bondad “humana” que más te queda, puedes ser blanco de tu paranoia que en ese momento sabes que existía en ti y no te enterabas, jajá , te agarro de golpe y le temes hasta a tu sombra, que sombra si no te ves ni las manos, solo los recortes abismales de la tierra rasgada mezclándose con el mar o el cielo, ya no sabes, otra cosa es la luna pero con una nueva; si acaso te vez la nariz, de todos modos duermes y las piedras que se metieron en tus huesos te dejan al ver el día que comienza, donde dejaste el miedo, se lo trago la noche, ya no recuerdas, solo vez lo bello que es todo y te das cuenta de la apariencias que vives. En todo momento estuvo  allí solo tú y tus ilusiones te hicieron ver castillos en el aire.